Ya ni 'los lunes al sol'
Por una vez , y sin que sirva de precedente, me voy a a poner serio.
Y es que, como cada año, dentro de unos días (el 26 de octubre) cambiarán la hora oficial para ajustarnos al horario de invierno; y como cada doce meses, también, nos saldrán con la justificación injustificable de que se ahorra energía, cuando todo el mundo sabe que no es verdad, porque lo que se gana por la mañana se pierde por la tarde.
Y es que, como cada año, dentro de unos días (el 26 de octubre) cambiarán la hora oficial para ajustarnos al horario de invierno; y como cada doce meses, también, nos saldrán con la justificación injustificable de que se ahorra energía, cuando todo el mundo sabe que no es verdad, porque lo que se gana por la mañana se pierde por la tarde.
Pero este año,
además, el cambio tiene connotaciones emocionales que los tecnócratas de la UE,
sentados en sus cómodos trabajos, no serían capaces de ver ni aunque les pasara
un elefante por delante mientras dormitan en sus escaños.
Me
refiero al
paro y me refiero al sol. Me refiero a esas personas –salvo a las que
defraudan, como dicen desde el Gobierno, o se lo toman como
unas vacaciones pagadas- que sufren cada día porque no encuentran
trabajo. Que
se levantan cada lunes al sol sin saber qué les pasará mañana.
Que ven como sus
opciones de encontrar un empleo y sus recursos para subsistir se alejan
cada vez de su vida laboral y a los que solo les queda
el sol como consuelo. Me refiero a esas personas a las que la noche les
atemoriza porque es cuando los demonios y los malos pensamientos
salen a jugar al patio del cerebro y las miserias, al
recreo. Y no les dejan dormir, ni descansar, ni compartir su dolor con
las personas a las que aman; vamos, que no les dejan vivir.
Os
estoy hablando de esas personas que no pueden quitarse las ojeras de
las preocupaciones, porque como no tienen donde caerse muertos, las
mascarillas que se hacen para disimular su deterioro se las hacen con
pepinos caducados que les regalan en la frutería, porque no pueden
permitirse el lujo de comprarlos.
Me refiero a esa gente a las que los 'amigos de profesión'
tratan como si fueran apestados; incluso volviéndoles la cara y
negándoles el saludo aunque en su relación laboral muchas veces les
salvaran casi la vida.
Quiero rendir homenaje a esa gente que siempre ha tenido el trabajo, el esfuerzo y hasta el talento como bandera, y ahora ven como la mediocridad se ha instalado en todos los estamentos profesionales fraguados por el cemento de la indiferencia. El que no te hace la cama, te hace el colchón y el que no, se hace el sueco. El caso es no mirar, no escuchar, no saber. Sin quererlo o queriendo, todos nos hemos vuelto parlamentarios y somos capaces de dar conferencias en un master sobre lo que les pasa a quienes están en paro, sin que una sola de nuestras neuronas tenga sentimiento alguno.
Quiero rendir homenaje a esa gente que siempre ha tenido el trabajo, el esfuerzo y hasta el talento como bandera, y ahora ven como la mediocridad se ha instalado en todos los estamentos profesionales fraguados por el cemento de la indiferencia. El que no te hace la cama, te hace el colchón y el que no, se hace el sueco. El caso es no mirar, no escuchar, no saber. Sin quererlo o queriendo, todos nos hemos vuelto parlamentarios y somos capaces de dar conferencias en un master sobre lo que les pasa a quienes están en paro, sin que una sola de nuestras neuronas tenga sentimiento alguno.
Me
estoy acordando en este escrito, de esas personas que cuentan los días
de paro como los de una condena hasta la jubilación, mientras 'sus señorías' discuten sobre polìtica endogámica, nacionalismos y otras zarandajas que a nadie interesan.
Por
eso, como no tienen nada y nadie les va a dar nada, necesitan (más que
el comer, que dicen los sabios rurales) ese sol que les libre del
sufrimiento añadido de la oscuridad. Necesitan la luz del sol para coger
moral y alejar la idea de un suicido real o imaginario, como si fueran
noruegos en plena depresión invernal.
El sol es su vida, genera sensaciones endorfínicas y ahuyenta los malos espíritus, pero
los tecnócratas de la UE solo ven a los parados con los ojos de las cifras.
Una
persona que conozco, (y a la que va dedicado este post) lo primero que
hace cada mañana al levantarse es mirar a ver si hace sol. Está en el
paro, claro, pero si sale el sol sonrie y esta sonrisa contagia a otras
personas en su misma situación y todas las sonrisas actúan como un
bálsamo milagroso. Nada de tonterías de alocadas ninfas con refajos
suscritas a las gafas de una felicidad que solo ven los ignorantes. Los
parados quieren ver el sol para sonreir y necesitan sonreir para seguir
vivos.
Y
es que a la mayoría de los parados -y esta es la verdad, queridos
lectores- les han quitado todo, hasta la
dignidad, y dentro de unos días también les van a quitar el sol, así que
creo deberían unirse para crear una
plataforma o mejor una fundación (que desgrava) contra el (puto) cambio
de hora. Eso o rebelarse y negarse a atrasar el reloj. Ya que están
estigmatizados, hagamos que sea cachondo: todos los parados tendrán
horario de verano de por vida, así, cuando caminemos este invierno por
la calle, bastará con preguntar a alguien qué hora es, para saber si es uno de esos apestosos que no tiene trabajo o defrauda
en el desempleo. Que son las 6 y dice que son las 7, ni le miramos, no
vaya a ser que se nos pegue algo. Y ya que lo van a perder todo,
esperemos que conserven la memoria cuando tengan que ir a votar a las
elecciones. Aunque, con un poco de suerte, como llevarán la hora
equivocada es posible que lleguen tarde al colegio electoral. A ver si
así, por fin, la abstención se convierte en un voto de castigo o en una
opción politica, vaya usted a saber.
Me gustan como siempre esos delirios sensatos, y esa realidad que vemos a diario.he disfrutado mucho leyendo este post.
ResponderEliminarMuchas gracias
A.f.