Orange: la mulata de Maracaibo


Solo me he rendido dos veces en la vida. La primera cuando conocí a Orange, naranja en español, una preciosa mulata de Maracaibo (me volvió completamente loco), y, la segunda, en mis negociaciones con las telefónicas a la hora de gestionar ADSL y móvil.
Después de muchos de nuestros próceres políticos, no he visto gente más fullera. Da igual donde descanses tus posaderas telefónicas porque, aquí más que nunca, sí que todos son iguales. Los descuentos que te ofrecen no son tales cuando luego aplicas el alta de linea y el IVA; ni tampoco las ofertas de los operadores/as que te llaman, alguno de ellos sometidos al estrés de contrartarte la linea en un cuarto de hora porque si no el coordinador les riñe, como si estuvieran haciendo algo malo. 
¿Y lo están haciendo? Pues me da que, supuestamente, sí. Reaccionan a las ofertas del rival en telefonía con el 'y tu mas' ¿os suena? Que aquél pone la cuota a 15 euros, pues yo a 14 (eso sí con trampita). Si usted contrata el combina y ahorra tiene 10 euros de descuento para siempre, pero el combina y ahorra es tan lábil como Luis Bárcenas, así que como se te olvide activarlo -y te olvidas porque debes hacerlo 9 meses después- te calzan 30 euros por la patilla que luego reclamas y no te devuelven. ¿No te cuidaste de ir al parto del hijo combina y ahorra tras los nueve meses de embarazoso contrato? Pues es tu problema. ¿Que quieres un terminal gratis? Lo tienes, pero por 12, 14 o 30 euros mas al mes en las cuotas. Es como lo de la Seguridad Social, que no es gratis porque ya se cotiza con las cuotas de los trabajadores. Vamos, que los de la telefonía te cobran dos y tres veces por el mismo concepto. Eso sin contar el alta de linea, del que no te informan, o de la curiosa grabación que hacen al final del contrato donde la persona que te atiende empieza a soltar datos 'falsos' o distintos a los del acuerdo verbal anterior, para que queden grabados. Vamos que haces un contrato con una oferta por 12 meses, pero la permanencia es de 18 (¿eso es legal?), con sus consecuentes penalizaciones, eso si en la grabación no se equivocan -a su favor, claro- en el precio pactado. El caso es que, la grabación tiene tantas tomas falsas, que al final lo dejas por imposible.
De todo ello se encarga el C.O.E. telefónico; es decir ese departamento de operaciones especiales que son los 'boinas verdes' de la trilería (cómo si yo no superia na de boinas). Es como el FBI de la compañía, tiene todos tus datos y te los preguntan y repreguntan 60 veces. Sesenta veces que llames, sesenta veces te preguntan lo mismo, eso sin contar con lo de si quiere hablar con facturación, marque el 1, con servicio técnico marque el 2... Pero lo más curioso es que cada diez minutos te cambian la oferta y quien te atiende te dice que el anterior -que falta de compañerismo, fijate- no se ha leido la última linea del informe Milton Kaspa que les acaba de entrar vía satélite desde el planeta Neptuno, y te ha informado mal. 
Yo un día comencé una de estas gestiones antes de las Navidades y conseguí cerrar el trato en la Semana Santa posterior, pero por aburrimiento. A la última señorita con la que hablé, después de tenerme otra eternidad al teléfono, le dije que me rendía, que me quedaba en su compañía por agotamiento; porque, por culpa de su molicie (la de su empresa de telefonía) en las últimas semanas me había entregado al alcohol y a ver la teletienda, y que el insomnio y la desolación se habían apoderado de mi vida. 
A mis confesiones ella me contestó con su silencio. Pero antes de colgar, le dije que si por favor me podía decir su nombre y ella, suavemente, con voz caribeña, me dijo: 'me llamo Orange, señor'. Me quedé de piedra; helado, pero aún así pregunté ¿No serás de Maracaibo? Sí, contestó, ¿cómo lo ha sabido? Soy Abdón, le dije.Sonó un click y colgó. 
El resto de la historia la podeis imaginar. Me fui a las américas a buscar compañera, aunque mi primo Jose, el de las tres piputas, al que le echaron 'droja en el Cola Cao', me dijo que me andara con cuidado, ya que mi único amor conocido había sido el de la blanquita, una de mis ovejas merinas.
Hoy recuerdo, que ya en la vuelta hacia España desde el aeropuerto de Maracaibo, Orange mantenía que le encantaba mi olor a quinoa. Yo pensé que era un nuevo perfume de Cacharel, pero cuando, semanas después, consulté la wikipedia, vi que se trataba de maiz peruano; así que me estaba llamando paleto. 
Al llegar España, a Orange le bastó comprobar que, aparte de mis ovejitas, mis negocios en España se ceñían al mesón restaurante situado a la entrada del pueblo y poco más, para que desapareciera del mapa. Mi primo Jose me dijo que había tenido suerte de que no me hubiera vaciado la cartilla -porque no la encontró, claro- , así que encima tengo que agradecerle su buena acción. 
Hace años que vendí las ovejas y gracias a un gurú del marketing gastronómico hoy mi mesón es un lugar de peregrinaje gourmet. Una noche cené en el Bulli, así que pensé que estaba preparado para la vida moderna, hasta que el otro día negoció mi renovaciòn de la ADSL y escuché la voz de Orange. Algo me golpeó el corazón y me recordó que todo es mentira. Así que no quiero volver a escuchar la palabra Orange, venga de donde venga.

Comentarios

  1. Exelente relato de la opresion y tirania de las compañias de telefonia. Gracioso hasta el final, aunque no tenga la menor gracia. Para cuando una norma que proteja a los consumidores?

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